Espere a que le llamen…

Cuando llegas al hospital o al CAP, para recibir tratamiento o pasar una visita con el oftalmólogo,  te dicen: Pase a la sala de espera X  y espere que le llamen

La decoración de un hospital o un Centro de Atención Primaria es más que cuestionable, salas de espera abarrotadas, señales que para enfermos de baja visión es difícil poder leer para movernos con  facilidad.

La sala de espera del ala de oftalmología de un hospital, ese espacio inhóspito, con unas sillas que son una tortura y por supuesto insuficientes, es donde pasas a esperar y en la que el paso del tiempo deja de tener sentido respecto al horario asignad. Las horas que pases en esa sala pueden ser interesantes, ya que se convive con enfermos como tú o yo.

Nada se puede hacer, solo observar, y la sensación que se tiene es de ansiedad y ganas de terminar para salir del edificio hospitalario. Al principio todos nos miramos, quizás queriendo ver algo que te diga quién es quién. Allí, esperando, te sientes casi una persona insignificante.

Por lo tanto, solo puedes entretenerte mirando hasta dónde puedas, escuchando conversaciones más o menos interesantes o, como algunos hacen, preguntarse los unos a los otros a qué hora tenían cita, mientras se lamentan de lo mucho que tardan en atenderles.

De tanto en tanto, una voz llama por un nombre, y todos miramos a ver quien se levanta. Es una chica, es alta, le miramos como va vestida, y al final vemos que entra en una sala con una enfermera o auxiliar de enfermería (como ya sabemos, en este país, nada nos indica quien es quien).

Al rato sale, por supuesto, con los ojos dilatados, y vuelve a su sitio a esperar. En la sala de espera siempre hay alguien con un Kindle o libro, lo cual me da mucha envidia, pues no parece que su visión este tan mal y además pueden entretenerse leyendo.

 

 

Al fin me llaman, la enfermera o la optometrista, la verdad es que nunca sabes quién es quién, a excepción del médico, y eso si es que es tu médico habitual. De lo contrario, no sabes ni quien te está atendiendo, limitándose a ponerte unas gotas en los ojos y a apuntar unos datos en su ordenador.

 

Sin embargo, normalmente encontramos entre el personal sanitario un calor humano, el cual te permite sobrellevar un poco mejor la espera y el tratamiento. Esto hace que pese a los malos ratos, de tanto en tanto me haga sentir bien.

Aunque la sanidad española se ha deteriorado notablemente, es posible que no tengan en cuenta la cantidad de horas perdidas por los pacientes, pues para los políticos o gestores, ante esta situación, posiblemente su respuesta sea “¿Es que tienen algo mejor que hacer?”.